Educación, normalización y violencia
Por Adriana Raggi
Trabajo presentado en “Biennale Sessions” de la Bienal de Venecia, junio 2015
www.labiennale.org/en/art/exhibition/biennale-sessions
El miedo tiene un montón de cualidades que nos gustan. Es intenso, abundante, se multiplica y, a diferencia de las personas, viaja libre y rápidamente. Al igual que la información digital, se puede copiar, pero no sólo sin pérdida de calidad, sino incluso con una mejora sustancial. Es motivo de intenso disfrute, de un paradójico deseo disfrazado. El miedo parece real, a diferencia de la propia realidad.
Hito Steyerl[i]
La educación artística actualmente es una forma de entrenamiento y normalización del pensamiento, siempre dentro de los límites convencionales del arte. Se trata de crear objetos sin hacer un proceso cognitivo ni analítico acerca de éstos. ¿Para qué se crean estos objetos, para qué se entrena a los estudiantes? La tarea de las escuelas de arte hoy en día es poco clara. Pero cabe pensar en un espacio de transformación, en donde se trabaje desde un arte y un sistema educativo de empoderamiento, que de pie a un cambio en el pensamiento de los estudiantes y en el trabajo en el aula.
La escuela o facultad de arte no debe ser más un lugar de producción y reproducción de objetos, debería deshacerse del “[…] concepto de educación [que …] se ha asimilado con un proceso generalmente racional, memorístico y de saber acumulativo”[ii], debería existir una forma de emancipación en el pensamiento artístico, en el que los estudiantes, más allá de aprender una técnica, adquieran un pensamiento crítico que los lleve a cuestionarse, y a conocerse, como individuos productores de conocimiento y no como individuos productores de objetos. Para que de esta misma forma, puedan participar de los procesos políticos de transformación de la sociedad, como un lugar de comunidad.
Pensando desde este lugar de comunidad es que me parece que se debe hacer un cuestionamiento de lo que sucede con un país, en el que el crimen de estado es la regla y no la excepción. Las desapariciones, la tortura, la guerra de baja intensidad, la violación de los derechos humanos son, en un país como México, un continuo desde hace varias décadas. La guerra sucia, que comenzó a finales de los años 50, cuando surgió el movimiento ferrocarrilero, que fue sometido por el ejército, a través de la tortura y las desapariciones. Hasta el día de hoy, en donde la acción del narco se suma a la acción represiva y violenta del Estado. Sayak Valencia nos dice que:
[…] en México el narcotráfico y la criminalidad en general desempeñan más de un rol que beneficia al Estado. Ya que, por un lado, representan una parte elevada del PIB del país y, por otro lado, el Estado se beneficia del temor infundido en la población civil por las organizaciones criminales, aprovechando la efectividad del miedo para declarar al país en estado de excepción, justificando de esta manera la vulneración de los derechos y la implantación de medidas autoritarias y de vigilancia cada vez más invasivas.[iii]
Esta violencia de Estado, por ejemplo, en 1971, vio uno de sus momentos más violentos cuando el ejército llevó a cabo la Operación exterminio en el estado de Guerrero, en la que “los mandos militares detuvieron sin orden de aprehensión entre 500 y mil 500 estudiantes, profesores, activistas, campesinos, indígenas, mujeres, infantes y ancianos. En sus reportes oficiales los nombraron ‘paquetes para su revisión’. En helicópteros o camiones trasladaron a los ‘paquetes’ a instalaciones castrenses para torturarlos y, a la gran mayoría, desaparecerlos.”[iv]
Los 43 desaparecidos de Ayotzinapa no son los únicos, ni los primeros, ni los últimos. Son un ejemplo –que podría ser paradigmático– de la violencia que se vive en México. Son una muestra de que el Estado vive en un continuo de violencia y represión. Es por esto que la respuesta que se dio ante las acusaciones de delitos de lesa humanidad, por la desaparición forzada del líder social Rosendo Radilla, ante la corte Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), de que “Sería incorrecto que la corte juzgue a México por hechos que sucedieron años atrás, el país de hoy es distinto al de ayer”[v], es una mentira y una simulación, el país no es distinto, vive en un continuo violento que se alimenta del miedo de la población. Esta mentira viene al caso en este texto, porque precisamente puede vivir en un estado en donde la violencia funciona de muchas formas, desde la represión, pasando la creación del miedo en la sociedad, hasta los procesos educativos que son normalizadores y que generan en los estudiantes un proceso de timidez, apatía, pasividad e individualismo.
De ahí que en mi trabajo como profesora en una facultad de artes me plantee el problema de la emancipación desde un proceso educativo, de ahí que me pregunte para qué se entrena a los estudiantes en la facultad. Porque lo que me gustaría lograr es un enfrentamiento, a través de la misma estructura de la institución, de estos procesos educativos que generan una apatía tal, que provoca que la gente no sepa trabajar en colectividad y, por lo tanto, no tenga una conciencia de su capacidad para crear procesos de cambio.
Necesitamos que esa capacidad de colectividad sea vivida desde la experiencia misma del ser estudiante. Es muy complicado revertir estos procesos educativos que alienan al estudiante de los otros estudiantes, de la sociedad y de su propia experiencia como cuerpo, pero es también importante poder vivir la idea de que, como dice el artista y docente colombiano Miguel Huertas, “la formación del artista se dirige a construir los métodos adecuados para tomar distancia de sus decisiones y poder verlas críticamente. Lo que un artista puede compartir con otros es esa particular forma de ver, que contribuye necesariamente a ver críticamente la experiencia social.”[vi]
No propongo que todo el arte debe ser un trabajo de arte social que parta de la comunidad o que incida en ella, no estoy diciendo que todo arte debe trabajar desde las acciones políticas. Lo que me interesa es la capacidad de ver críticamente la experiencia social. La educación en la universidad es ante todo una experiencia social, que debería hacer del alumno una persona con capacidad crítica. Por lo tanto, debería darle la oportunidad de cuestionar a la institución misma, la universidad, y a la sociedad misma. Confrontarse con el otro es el primer paso para crear un pensamiento crítico, y el primer otro con el que se encontrará un estudiante, es otro estudiante. Por esto mismo el proceso educativo, desde mi punto de vista, debería partir de la colectividad. Desde el momento que parta de ella el estudiante podrá empezar a pensarse a sí mismo como algo más que un productor de objetos, podrá ser alguien que produce o pretende producir un conocimiento a partir de un proceso artístico, el que sea.
El miedo, que parece más real que la realidad, es el elemento que el estado mexicano a manejado en pos de crear silencio en grupo, los 43 de Ayotzinapa son nuestro miedo. Nos impulsan, nos indignan, pero al mismo tiempo nos apartan de la colectividad. Queremos gritar pero el miedo a que nos torturen y desaparezcan es más real que la opción de pensar que la colectividad puede cambiarnos. Por esto mismo, en las instancias educativas preferimos no ser cuerpo, no ser activos, quedarnos callados. Los estudiantes se sientan juntos pero no en colectivo. No quieren ser interpelados, no quieren cuestionar o criticar. El miedo se los impide, ese miedo que al reproducirse mejora su calidad.
La pregunta que me hago constantemente cuando estoy en el aula, es de qué forma se puede interrumpir la reproducción del miedo, cómo se puede crear un colectivo que confronte pensamientos y que la detenga. Dice Beatriz Preciado que nunca se debe subestimar el poder de crear cambio de los pequeños grupos. Por eso mismo es que creo que el trabajo colectivo es importante para generar un movimiento de ideas, un intercambio de saberes y experiencias que produzca una forma diversa de ver a la sociedad y a nuestra vida en ella.
Pero este colectivo, o mentalidad colectiva, no se va a crear a través de hacer una política tradicional y decirle a los estudiantes que hagan algo, que se pongan en los zapatos del otro, que se comuniquen, que asalten las calles. En realidad lo que se me ocurre que puede crear una noción de comunidad son los afectos, construir una alianza a través de las afinidades. De ahí que lo primero que habría que hacer es conocer las ficciones políticas que nos hacen cierto tipo de persona, que nos normalizan y al mismo tiempo nos alienan del otro. Por lo tanto hay que empezar por criticar la norma, por conocerla y deshacerla. Hay que conocer las formas de control del estado, las que comienzan por el control del cuerpo que parte de una idea de lo que es lo normal.
Después habría que pensar que la situación de violencia constante que vive en el país provoca muertes y pérdida de seguridad y lugar, por lo que vivimos en un estado de duelo constante, como sociedad. Respecto al duelo dice Judith Butler:
Mucha gente piensa que un duelo es algo privado, que nos devuelve a una situación solitaria y que, en este sentido, despolitiza. Pero creo que el duelo permite elaborar en forma compleja el sentido de una comunidad política, comenzando por poner en primer plano los lazos que cualquier teoría sobre nuestra dependencia fundamental y nuestra responsabilidad ética necesita pensar. Si mi destino no es ni original ni finalmente separable del tuyo, entonces el “nosotros” está atravesado por una correlatividad a la que no podemos oponernos con facilidad; o que más bien podemos discutir, pero estaríamos negando algo fundamental acerca de las condiciones sociales que nos constituyen.[vii]
Desde ahí es que se pueden construir alianzas que partan de las afinidades afectivas y emocionales, que rompan con la idea de un saber acumulativo y que deshagan los conceptos acumulados en los estudiantes acerca de su cuerpo alienado, de su miedo multiplicado y que hagan del trabajo educativo una forma de crítica y análisis de las sociedad y la política en la que vivimos.
Fuentes de la información:
BUTLER, Judith, Vida precaria. El poder del duelo y la violencia, trad.Fermín Rodríguez, Buenos Aires: Paidós, 2006.
CASTELLANOS, Laura, “Guerra sucia. El ejército la ordenó”, El universal, 26 de enero de 2015, http://www.eluniversal.com.mx/nacion-mexico/2015/impreso/-8216guerra-sucia-8217-ejercito-la-ordeno-222551.html, consultado el 4/06/2015.
CASTRO Benítez, Daniel, “Lápiz y pizarrón, peces y saltamontes: Realidades y prácticas latinoamericanas en arte, educación y museos”, Revista Errata, No 4, Abril de 2011, http://revistaerrata.com/ediciones/errata-4-pedagogia-y-educacion-artistica/lapiz-y-pizarron-peces-y-saltamontes-realidades-y-practicas-latinoamericanas-en-arte-educacion-y-museos/, consultado el 4/06/2015.
HUERTAS, Miguel, “Anotaciones sobre la enseñanza del arte, la universidad y la historia”, Revista Errata, No 4, Abril de 2011, http://revistaerrata.com/ediciones/errata-4-pedagogia-y-educacion-artistica/anotaciones-sobre-la-ensenanza-del-arte-la-universidad-y-la-historia/, consultado el 4/06/2015.
OLIVARES Alonso, Emir, “Incorrecto que se juzgue al Ejército por un delito cometido hace 35 años: Gómez Mont”, La jornada, 8 de julio de 2015, http://www.jornada.unam.mx/2009/07/08/index.php?section=politica&article=015n2pol, consultado el 4/06/2015.
STEYERL, Hito, El imperio de los sentidos. Policía como arte y crisis de la representación, trad. Marta Malo de Molina, http://lasdisidentes.com/2015/04/05/el-imperio-de-los-sentidos-policia-como-arte-y-crisis-de-la-representacion/, consultado el 4/06/2015.
VALENCIA, Sayak, Capitalismo gore, Barcelona: Melusina, 2010, p.37.
Notas
[i] Hito Steyerl, El imperio de los sentidos. Policía como arte y crisis de la representación, trad. Marta Malo de Molina, http://lasdisidentes.com/2015/04/05/el-imperio-de-los-sentidos-policia-como-arte-y-crisis-de-la-representacion/, consultado el 4/06/2015.
[ii] Daniel Castro Benítez, “Lápiz y pizarrón, peces y saltamontes: Realidades y prácticas latinoamericanas en arte, educación y museos”, Revista Errata, No 4, Abril de 2011, http://revistaerrata.com/ediciones/errata-4-pedagogia-y-educacion-artistica/lapiz-y-pizarron-peces-y-saltamontes-realidades-y-practicas-latinoamericanas-en-arte-educacion-y-museos/, consultado el 4/06/2015.
[iii] Sayak Valencia, Capitalismo gore, Barcelona: Melusina, 2010, p.37.
[iv] Laura Castellanos, “Guerra sucia. El ejército la ordenó”, El universal, 26 de enero de 2015, http://www.eluniversal.com.mx/nacion-mexico/2015/impreso/-8216guerra-sucia-8217-ejercito-la-ordeno-222551.html, consultado el 4/06/2015.
[v] Emir Olivares Alonso, “Incorrecto que se juzgue al Ejército por un delito cometido hace 35 años: Gómez Mont”, La jornada, 8 de julio de 2015, http://www.jornada.unam.mx/2009/07/08/index.php?section=politica&article=015n2pol, consultado el 4/06/2015.
[vi] Miguel Huertas, “Anotaciones sobre la enseñanza del arte, la universidad y la historia”, Revista Errata, No 4, Abril de 2011, http://revistaerrata.com/ediciones/errata-4-pedagogia-y-educacion-artistica/anotaciones-sobre-la-ensenanza-del-arte-la-universidad-y-la-historia/, consultado el 4/06/2015.
[vii] Judith Butler, Vida precaria. El poder del duelo y la violencia, trad.Fermín Rodríguez, Buenos Aires: Paidós, 2006, p. 48.
Una respuesta
Hola! En un texto tan importante por el asunto que aborda, es imprescindible que la redacción sea impecable; por ahí el veno haber aparece sin «h». En cuanto a su contenido, es importante dejar en claro que la violencia gubernamental, sobretodo, sucedió desde los gobiernos de sexenios pasados. No significa que ya haya acabado; no obstante, hoy sucede desde los ámbitos de la delincuencia y los resabios de gobiernos corruptos.